lunes, julio 12, 2010

De mi experiencia en México (I)

Mi oficio de periodista me llevó a visitar un destino que quería conocer desde hace tiempo: México. La cultura, la comida y los destinos turísticos de este país me habían interesado siempre, pero allí tuve la oportunidad de descubrir un atractivo que no había considerado: la gente. Los mexicanos son amables, atentos y siempre quieren hacer sentir bien al turista. No importa que el día anterior a mi llegada, la selección de éste país hubiese sido eliminada del Mundial. No vi tristezas, ni caras largas, ni pesadumbre: la amabilidad mexicana la sentí desde el primer momento. Parece que, como los venezolanos, los mexicanos tienen un proceso de recuperación milagrosamente rápido.
Una de las primeras personas con quien hablé fue Jaime, un joven campechano que conocí en el aeropuerto de México. Después de un rato conversando –o platicando, como dirían ellos- nos dimos cuenta que íbamos al mismo destino: Campeche. El viaje fue una pesadilla por el mal tiempo y en medio de la terrible turbulencia, el joven me confesó que era la primera vez que se montaba en un avión. Yo tenía el presentimiento que ese podría ser mi último viaje, así que decidí hacer un postrero acto de caridad en mi vida: le mentí descaradamente al muchacho. Le dije que la turbulencia era más que normal, que eso siempre pasaba, que nosotros llegaríamos sanos y salvos a nuestros destinos. Jaime se animó y se puso a hablar tranquilamente conmigo, que tomaba café y más café porque esta bebida, contrario a lo que se pueda pensar, me relaja mucho. Fue solo cuando aterrizamos y yo comenté con otro pasajero lo nerviosa que estaba, que Jaime se dio cuenta que no le había dicho la verdad.
- ¿Entonces no es normal que el avión se mueva así? – me preguntó sorprendido.
- No Jaime, no es normal.
- Más nunca vuelvo a creer en las venezolanas.
Aunque su reproche parecía sincero, creo que mi amigo campechano agradeció mi mentira, porque me ayudó con el taxi y las maletas y se despidió de mí con un gran abrazo, a la vez que me deseaba buen viaje.
La segunda mexicana que conocí fue otra periodista, quien sería mi compañera de habitación por el resto del viaje. Susana –no es su verdadero nombre-, me recibió con afecto desde el primer momento. Su carácter maternal la hacía despertarse un poco más temprano para que yo pudiera dormir un poco más, hasta que decidí que no abusaría de su confianza y le devolví el favor algunos días. También preparaba café por las noches para las dos, me prestaba su laptop porque yo no llevé la mía y casi siempre me cedía la ventana en el autobús donde nos transportábamos los periodistas y así yo siempre dormía cómoda en los trayectos largos. Su última gentileza fue despertarse a las 4 de la mañana en mi último día en México, para asegurarse que yo me despertara también y no perdiera el autobús. Me despedí de Susana con tristeza, no sin antes asegurarle que en Venezuela siempre sería bienvenida.
Otro personaje importante de mi aventura mexicana fue el señor Víctor, el chófer del autobús donde nos transportábamos. Aunque no tuve muchas oportunidades de hablar con él, me impresionaba su disposición y amabilidad, incluso cuando pudiera tener razones para molestarse. Una vez tuve que llamarlo para que fuera al autobús única y exclusivamente a abrirme la puerta, para que yo pudiera guardar unas cosas que no quería cargar. Contrario a lo que pudiera pensarse, el señor Víctor llegó con una sonrisa y me dijo apenado:
- Disculpe la tardanza.
Entre otras personas que destacaron de mi experiencia mexicana, resaltan las recepcionistas del hotel en Río Lagartos –lamento no haberles preguntado sus nombres-, que además del café divino que preparaban para los huéspedes, también mantenían una sonrisa constante para todos nosotros. No puedo olvidar al señor Elmer, un promotor turístico del mismo lugar, que en su lancha nos dio un paseo inolvidable por los manglares y nos enseñó muchos detalles sobre la fauna y flora de esta reserva natural. Debo también mencionar a mi amiga Paola, a la que conocí en Vancouver, quien hizo un largo viaje para poder reunirse conmigo unas horas en el aeropuerto de México.
Es evidente que a un lugar lo hace la gente y el México que conocí en algo más de una semana fue un lugar especial para mí precisamente por eso: por la gente que conocí allí. Aunque también tengo otras anécdotas un poco menos felices, puedo decir que no fueron tan importantes en este viaje y en todo caso, serán tema de un próximo post.

Joanna Ruiz Méndez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Joahna. Soy Mexicano y como muchos, descubri tu blog por casualidad. Apenas voy leyendo la parte I, peor me alegra te haya ido bien en nuestro pais.
rvj